EL JUEGO


El Juego


Hay historias que necesitan ser contadas. Sería un sacrilegio abandonarlas a la memoria de sus actores. Preservarlas. Inmaculadas, sin evitar los detalles; aún, cuando parezcan sosos. Nada, nada debe ni puede ser descuidado. los detalles en ellas son un integrante más. Hay historias con las cuales hay que ser prolijo, honesto, adquirir una posición si se quiere moralmente acorde; sin frustraciones. Las hay reversibles, más crudas y aferradas a lo humano. La que sigue, excluye prolijamente todas estas condiciones.
A veces me es grato darme mis pequeños gustos, aún más cuando tengo que sobrellevar esta clase de traslado de residencia laboral. Samosa de carne de pollo y panceta de cerdo en Oak Room Restaurant, en el 24 Bridge St, Abbeyland, Cavan. Costoso. Multigalardonado en el Bridgestone Restaurant Awards. Un premio antagónico no, pero si algo similar a la "Guía" de otro fabricante de neumáticos. Sobre la esquina, donde empieza una especie de calle peatonal; fachada de un verde sin nombre. El bolichón está bien. Este tipo de viaje me desagrada en absoluto. Son la misma mierda. Hablando de heces, con un marco de mierda hay colgada una foto de un chabón en plena gambeta.
La imagen es clara; es imposible desconocer el origen y, bueno, el desenlace puede tener opciones. La clásica, el tres, con un poco de comba, la suficiente para que la pelota tome media altura y genere la incertidumbre en el defensor e impida el ir a cortar. La elipse perfilada debe permitir que su compañero no deba cambiar su ángulo de carrera e intentar observar la pelota; ella sola ira apareciendo por su izquierda buscando el encuentro con su pie. La pelota va a seguir esa elipse y al picar, fruto de esa comba y esa rotación sobre su propio eje que se le debió aplicar, al picar, al picar va a aferrarse a ese pasto, va a asirse por unos instantes, va a deformarse contra ese verde para compensar una inercia con la otra y ajustar su dirección levemente hacia el arco y detener su rotación. Para este entonces, el atacante, o bien deberá amoldar su pie para acompañarla o, deberá tratar de incorporarse luego de que la pierna del defensor se interpuso en su camino.

Todo se presume normal, la inclinación del tronco del atacante levemente hacia el interior de la cancha y hacia adelante, el brazo izquierdo del defensor tratando de interponerse y con su cuerpo esforzándose en imitar los movimientos; la expresión en los rostros, el esfuerzo en los músculos. Todo se presume normal. Guantes. Guantes en ambas manos. Bueno, acá hace un frío que te cagas.


Tuve que hablar. Es inevitable, asumo, el desenlace. Tengo una especie de frases armadas para salirme rápido de las supuestas charlas en las que no quiero participar. Si no, se avecinan los Maradona, los Messi o la inflación. Pero me equivoque después de retirar los platos, el mozo, me arroja un "..Argentina, el campeón del mundo.".
Hay vamos, otra vez. Bueno digo, pero fue en el '86. No, me increpa; fue Abu Dhabi en 2015. No entendía de que mierda me hablaba. Para ese entonces se sumo el encargado del bolichon. Resumo el entredicho. Me explicaron y me desayune que existía un deporte llamado caid del cual éramos campeones mundiales. Ahora podía entender porque esos posters de jugadores de futbol con guantes en la mano. Me explicaron las reglas; les pedí que ahondaran en los orígenes y eso provocó que el encargado se sentara y el mozo sin dejar de sostener la bandeja con los despojos del almuerzo tomara una posición mas relajada.
Se les notaba el entusiasmo, ese brillo en los ojos que se asemeja al de un niño recibiendo un regalo; eran felices compartiendo su vida. El caid, les pertenecía. Si la soledad se va al ser parte de la hinchada, si la vida se compone de olores que solo existen ese día; y los colores y los canticos y las lagrimas y las risas y las incertidumbres y las puteadas te pertenecen es entonces que vas a ir a engrosar la lista de los que siempre se preguntan, a la hora de completar un requerimiento de datos personales, por qué no te preguntan de qué club sos hincha.
A pocos metros, siguiendo por la vereda de enfrente y teniendo cuidado al cruzar la R212 está el Cavan Gaels GAA Club y Terry Coyle Memorial Park lo cual es hablar de lo mismo. Marie hace yoga allí. Termine comprando una revista en una librería sobre la calle Main antes de ir hasta la empresa donde estoy trabajando eventualmente. Niall, desarrollador de software, a quien asigno la empresa, es mi colega local; Niall Sheridan para ser precisos. Lo primero que acordamos es ir a ver un partido de rugby antes de mi partida. Por suerte no tuvo inconvenientes en aclara mis dudas sobre el por qué de Ulster Rugby en Belfast y el de Donegal , Monaghan y Cavan y su pertenencia a la Región de Ulster. Le dije que entendí. También, sin mi consentimiento, me instruyó acerca del caid.
En el Terry Coyle Memorial Park se practica el caid. El campo de juego rectangular, 130 metros de largo por  90 metros de ancho. A ambos lados más angosto se encuentra un arco con forma de H y con una red en la parte inferior. El match se desarrolla en dos tiempos iguales de 30 minutos. 15 integrantes por equipo. Objetivo, concretar mayor cantidad de puntos; para lo cual se debe introducir una pelota bien con las manos o con los pies dentro del arco contrario o arrojarla por entre las columnas superiores del mismo. La pelota es similar a la utilizada en el Voleibol. No se puede rebotar el balón dos veces seguidas. En fin, una disputa.
Se cree que el juego proviene del antiguo fútbol irlandés conocido como caid, que se remonta al 1537, aunque el juego actual tomó forma en 1887. Como sea, lo común a todas las historias, algunas del 1300, es la relación estrecha de la práctica del juego y a la existencia física de una iglesia.
Terminado el trabajo de la jornada fuimos con Niall a un bar. Panaderías no vi ninguna. Bares, miles. Le comente a Niall sobre lo que sabía del héroe local Terry Coyle. A eso le siguió un monologo de Niall que duró seis cervezas. Me fui a descansar, ahora estaba realmente confortable. Ahora uno puede mirar distinto. Existen rizomas bajo toneladas de días sin sentir que se podía tener este vinculo como sentimiento no como un puto recuerdo de unas clases de historia irrelevantes. Cada quien ama lo suyo. Esta gente de calles sin árboles, de apretón firme de manos para saludar; construyo su propio juego, un elemento de su cultura, es en su cultura ahí donde vaya.


Pokolpok es un juego de pelota que jugaban los Mayas, el Tlachtli uno al cual eran adeptos los Aztecas. En tierras sagradas, al pie del templo principal, con tal simbolismo, reglas, rituales, funciones sociales y costumbres que constituía parte de la cosmogonía de los pueblos. En fin, una disputa.
Los juegos, como sustantivo, son parte constitutiva del ser social. Constituyen uno de los elementos de la pertenencia al grupo social por el cual se debe ejercer todo acto de protección. Los espacios de juego son de carácter simbólico, son símbolos; se reclaman el derecho a ser símbolos. No estamos en posición de arrogarnos ni por casualidad el afirmar el error, solo describimos el acto. Las reglas establecidas en todos ellos mantienen cierta concordancia pese al más absoluto distanciamiento o ausencia de contacto entre los grupos donde estos son. Las reglas no escritas son las de mayor relevancia; en sí, son las únicas que alcanzan el carácter de relevantes. Determinan la conducta de los integrantes fijando los rituales, las ceremonial, los objetos de representación, el legado; imprimen el carácter, fijan los estados conductivos de lo sensible a su representación. Poseen un sonido propio. Esa vibración les es inmanente. Lo identifica. Necesita fijar el sentido del llamado a ser, la forma desde lo que lo manifiesta, el acto que el ser social incorporará a su modo. El juego así no es un modo.
La utilización del juego como sustento de la existencia del grupo de pertenencia es la instauración de la más absoluta imposibilidad de que genere sus procesos constitutivos. Es determinar la inexistencia de reglas no escritas; se aniquila la inclusión de la actualización. Se es en el juego. El juego así abandona su existencia representativa.
Los grupos de pertenencia conjuran a sus chamanes. Indefectiblemente se territorializan sus elementos constitutivos, los que conforman su ser social. En veces puede ser absorbido durante el proceso nuevas formas actuales o de influencia local. El territorio le pertenece y este nuevo territorio tiene sus propias inmanencias, de ahí que se actualice; hace propia la actualización. Sin la actualización la apropiación del proceso de desterritorialización y territorialización es nulo.
Voy a pedirle prestadas, sin ser literal, unas frases a Osvaldo Bayer. En el libro Fútbol Argentino, Bayer, hace un ensayo histórico desde el desembarco hasta el '86. Según escribe; tanto los anarquistas como los socialistas manifestaban su inquina hacia el juego ingles. La dominación burguesa en su santa trinidad ostenta el deporte, la iglesia y la política; el lema era "Misa y pelota, la peor droga para los pueblos". Los anarquistas legaron en Borges su repudio; si bien el no odiaba el fútbol odiaba el símbolo. En un reportaje balbuceo sin rodeos que "el fútbol es popular porque la estupidez es popular. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de la pelota no son especialmente hermosos". Y nos dejo su concepto sobre el juego "El fútbol despierta las peores pasiones. Despierta sobre todo lo que es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al deporte, porque la gente cree que va a ver un deporte, pero no es así. La idea de que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible". El asco a lo primitivo. El espacio carente de razón y con quien no se puede ser indulgente; la inexplicable e inclaudicable sumatoria de actos que surgidos sin fecha cierta se integran a el acervo.


En un recuerdo que tengo, mi abuelo, me buscaba los domingos para llevarme a la Visera de Cemento; tal era el nombre con el cual se conocía el estadio de club Cipolletti. Dos tribunas de tablones de madera; una sobre el lateral este del estadio y la otra, la reservada a la barra brava, detrás de uno de los arcos. Casi inexistente, de tres escalones de cemento, construida con el solo sentido de vender más entradas y de paso para que algún que otro dispuesto a entretenerse practicando el clásico divertimento dominguero de gargajee al arquero. La tribuna techada, techo de arco de medio punto en hormigón armado que daba el nombre al estadio tenía butacas de plástico, negras unas blancas otras. Las D-32 y D-33 tenían nombre propio. Justo al lado de la entrada a los vestuarios. Había que llegar temprano para poder desde ese trono de placer poder tocar en un cruce de palmas a los ídolos de mi equipo, que con el tiempo dejaban apurados algún gesto que decía que eras distinto, que te conocía, que hoy podías sentirte especial. Por el mismo camino ingresaban los jugadores del equipo visitante. Se era educado, los chistes no faltaban pero de ellos solo se escuchaban las risas; alguien gritaba el apodo y detrás palabras indiscernibles y, las risas. Ingresaban a la cancha las inferiores. Existía un partido previo entre los rivales que hoy se median.

Era el momento de las tribunas distendidas. Los aplausos al rival estaban permitidos, se podía hasta felicitar a la buena jugada del rival y así, uno podía escuchar un "...muy bien Rulo" o un "...bien 14"; si, como se podrá apreciar la felicitación debía ser más que moderada. Era el momento del pancho y la gaseosa. Poco a poco se empezaban a poblar las gradas y el clásico del recién llegado oscilaba entre el hace cuanto empezó y el desesperado "ya empezaron?". Algunos bombos sonaban y se empezaba a sentir un murmullo cada vez mas intenso y que solo se detenía ante un remate al arco y la correspondiente onomatopeya exclamada o alguna esporádica trompeta futbolera.
El olor a choripan, a aceite verde, a pólvora quemada, los aplausos, los cantitos, los gritos, el silencio del bombo ante un contraataque rival, el abrazo con mi abuelo y con el mundo por el gol, el olor del maní que comía mi abuelo, las puteadas, las cargadas, el futbol, el domingo y mi recuerdo. Nada, absolutamente nada de esto hace a un anarquista ni a Borges. Esto me hace a mi.

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